lunes, 14 de junio de 2010

El estado actual de la caficultura nacional


Hasta 1895 Venezuela ocupaba el tercer lugar entre los mayores productores mundiales de café, tras Brasil e Indias Holandesas. Entonces, el país producía entre el 6,5 y el 6,7 por ciento de la producción mundial, y entre el 15 y el 16 por ciento del total mundial de los cafés suaves. Al año siguiente, en 1896, Venezuela se convirtió en el segundo productor mundial y en el primero entre los grandes productores mundiales de cafés suaves. Después vino el descenso en caída libre: en 1920 descendió al tercer lugar, en 1925 al cuarto, en 1931 al quinto, en 1932 al sexto, en 1933 al octavo. En 1979, y así será durante todo el quinquenio 1979-1984, Venezuela incumplió la cuota de exportación que la Organización Internacional del Café (OIC) le había asignado. Las escasas estadísticas disponibles, muchas de ellas no comparables entre sí, evidencian claramente el estado de postración de la economía cafetalera nacional.

En 1972 existían en el país 58.940 fincas cafetaleras con una superficie plantada de 245.442 ha. Un 90,8% de esa superficie estaba plantada con la variedad Typica, con rendimientos bajos, una reducida densidad de plantas agotadas por su larga edad. Entonces, sólo 5,1% de las fincas usaban fertilizantes; 9,1% empleaban insecticidas; 2,8% fungicidas y 2,0% herbicidas. Además, un 40,5% de las explotaciones empleaban el procedimiento de beneficio seco, y 44,5% de las fincas, por su reducida extensión, no beneficiaban directamente su café.

Más de una década después, de acuerdo con los resultados del II Censo Cafetalero, realizado entre 1984 y 1985, la situación prácticamente no había cambiado: el número de fincas cafetaleras era el mismo: 58.949, y la superficie en producción apenas alcanzaba las 270.000 ha. Un 72% de la superficie productiva estaba plantada con la variedad Typica, de baja productividad, y los rendimientos promedios no alcanzaban los 6 quintales por hectárea. Las variedades mejoradas (principalmente Caturra, Bourbon y Catuai) cubrían solamente un 28% de la superficie sembrada, y la tecnología empleada era de pocos insumos: 61% de las explotaciones no aplicaban fertilizantes, 95% no utilizaban la poda tecnificada, 80% no aplicaban controles fitosanitarios. Además, un 45% de las plantaciones tenía edades superiores a los 20 años y un 29% se ubicaba fuera de los límites de altitud recomendados. Un 67% de los productores superaba los 40 años de edad, un 50% era analfabeta y un 70% no estaba organizado. Un 75% de ellos no recibía apoyo técnico.

El III Censo Nacional Cafetalero ratifica el estado de postración del sector. En 1989/1990 el número de fincas alcanzaba a 42.686 (por debajo de las 60.239 correspondientes a 1950, y de las 54.233 de 1984/1985) y la superficie cultivada a 206.325 ha, inferiores a las 339.032 de 1950 y 288.310 de 1984/1985. Aún el 39% de los productores no fertilizaba, el 68% no recibía crédito oficial, el 41% no recibía asistencia técnica y el 61% no estaba aplicada a organizaciones económicas cafetaleras. Y más de la mitad de la superficie cultivada de café tenía plantaciones con edades superiores a los dieciséis años.

Como consecuencia de tantos factores adversos, la producción nacional de café se ha mantenido estacionaria o con tendencias a la disminución. La disponibilidad para el consumo humano per cápita ha caído igualmente durante ese período desde 2,3 kg/persona/año en 1986 a 1,7 en 1994.

Las causas de este estancamiento del sector están relacionadas directamente con el abandono en que el gobierno había sumido a la actividad. El Fondo Nacional del Café (Foncafé), creado en 1975 debido a la división del Fondo Nacional del Café y del Cacao en dos organismos independientes, había abandonado sus funciones originales, convirtiéndose en un ente burocratizado, con políticas contradictorias e ineficaces, y muchos lo estigmatizaron como una fuente de enriquecimiento de la gerencia de turno. Por otra parte, los ajustes económicos estructurales redujeron sensiblemente la atención oficial, con la suspensión de créditos y de asistencia técnica y la eliminación de los subsidios a los fertilizantes.

La liberación de la comercialización del café a partir de 1990, que antes estaba monopolizada por Foncafé, y la devaluación del bolívar con respecto al dólar, abrió nuevas perspectivas a la caficultura nacional.

No obstante, persisten algunos problemas, tales como la baja productividad del cultivo, las deficientes condiciones económicas prevalecientes en las zonas productoras, la falta de apoyo técnico-financiero, el crecimiento de la broca y la precaria situación de las vías de comunicación entre otros muchos factores inciden en agravar los problemas del sector.

Foncafé, tratando de recuperar su imagen institucional y la del país como productor y exportador cafetalero, propuso en el año 1997 un programa quinquenal que busca la renovación en 14 estados de 15.000 ha de café y la recuperación de otras 10.000 ha con variedades de alto rendimiento, pero el financiamiento de este programa aún no ha sido completado adecuadamente. El aumento de precios internacionales del café, a partir de 1994, cuando subió de 0,62 US $/lb a 1,23, ha estimulado la esperanza de renacimiento de este sector que tiene una gran importancia socioeconómica y ambiental, por el elevado número de familias que ocupa y su relevante contribución a la conservación del ambiente en las zonas productoras. El 91% de las plantaciones cafetaleras del país se ubica en 39 cuencas y 76 subcuencas hidrográficas de 13 estados, donde cumple un relevante papel como cultivo conservacionista que, plantada bajo sombra recupera la biomasa y mejora los suelos debido al deshoje.

Si el programa de renovación de cafetales, combate de la broca y apoyo técnico-financiero al sector no se realiza en el corto plazo, se verá seriamente comprometida la capacidad de satisfacer la demanda interna de café de unos 900.000 Quintales anuales y perder las posibilidades de acceder a los mercados internacionales.

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