lunes, 14 de junio de 2010

La decadencia de la cafitultura


En 1919 se alcanzó el punto culminante en la exportación de café, cuando ésta superó las 82.000 t. A partir de allí la caficultura experimentó alzas y bajas en la producción, por la incidencia de los dos guerras mundiales, la aparición del petróleo, la Gran Depresión, la sobreproducción cafetalera del Brasil y la desacertada política agrícola oficial venezolana.

Hasta la I Guerra Mundial (1914-1918) subsistió la estructura económica heredada del siglo XIX, con el predominio de un régimen de monocultivo agroexportador, liderado por el café. Pero la situación, en el fondo, había cambiado: los precios internacionales del café conocían una acentuada caída desde 1898 como resultado de la sobreproducción brasileña, eliminando de la competencia en los mercados internacionales a la producción venezolana. El café, que representaba un 83% del total de las exportaciones venezolanas en 1897-1898, era responsable en 1908-1909 de sólo un 48,4% de las mismas. El país conoció, entonces, serios problemas de Tesorería, y se intentó resolver tal déficit con nuevos y mayores impuestos, que redujeron la competitividad del café venezolano. A partir de allí se impuso una política de desaciertos gubernamentales, que dejó al cultivo a su suerte, desprotegido, pues los gobiernos no lograron concretar y aplicar una política proteccionista, que minimizara los efectos de las fluctuaciones internacionales de los precios, creando stocks de protección o estableciendo una política justa de subsidios al cultivo. Ya es otro, empero, el escenario. Ahora domina el petróleo, que supera a los rubros tradicionales de exportación (café, cacao, cuero, oro de minas, etc.), como fuente generadora de divisas. Ya la actividad cafetalera no es el sector de punta de la economía venezolana ni cuenta con el apoyo gubernamental.

Después vendrá la crisis estadounidense de 1929 y la Gran Depresión, que se extiende hasta 1938. La actividad agrícola pierde valor como fuente aportadora a la generación del producto territorial bruto y se acelera la concentración territorial agrícola. La economía agroexportadora, comandada por el café, va siendo liquidada gradualmente. El bolívar era, entonces, una moneda muy fuerte con respecto a otras monedas, y eso no convenía a una economía agroexportadora como la venezolana. Durante la década de 1920 la cotización promedio del bolívar había sido de 5,37 unidades por dólar. Para 1930 fue de 5,44; en 1931 de 6,75; en agosto de 1932 alcanzaba las 7,75 unidades.

El 22 de octubre de 1933 Estados Unidos, como parte de su New Deal, intentando recuperarse de la crisis que sacudía su economía, devaluó el dólar en un 34%. Muchos países que producían y exportaban bienes primarios, y cuyas economías estaban vinculadas a Estados Unidos, siguieron al dólar en su devaluación. No así Venezuela, que no desvalorizó su moneda, lo que, en la práctica, significaba valorizarla.

A finales de 1933, después de la devaluación del dólar, la paridad del bolívar era de 3,94 unidades por dólar. A partir de enero de 1934, la paridad se ubicó en 3,06 Bs./US dólar, encareciendo internacionalmente los productos agrícolas de exportación, lo que agudizó la crisis de la economía agroexportadora, reduciendo los ingresos de los exportadores, su financiamiento y su capacidad de acumulación.

En febrero de 1936 se aplicó un sistema de primas para las exportaciones de productos agropecuarios. Pero todo fue inútil, pues la decadencia del café como importante rubro de exportación ya era evidente, debilitado por los bajos precios internacionales y una moneda sobrevaluada, hasta que vino en 1937 el golpe de gracia para el sector en una primera etapa de su larga historia.

El Convenio Tinoco funcionó hasta finales de abril de 1937 cuando el gobierno decidió valorizar plenamente al bolívar al cambio de 3,09 Bs./US dólar, despejándose el camino para crear en forma definitiva una economía abierta para las importaciones y cerrada para las exportaciones no petroleras. Se impone así la economía petrolera en la estructura económica del país, en la medida en que, paralelamente, ascienden los ingresos derivados de la actividad petrolera.

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